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Este libro marcó mi adolescencia, aunque lo leí bastante tarde, cuando tenía ya quizá dieciséis o diecisiete años. Además, lo descubrí de forma bastante curiosa, pues en realidad, aunque es el primer tomo de la saga Dollanganger… ¡el primero que leí fue el cuarto! Extraño, ¿no? Si queréis saber por qué, así como conocer mi opinión sobre Flores en el ático, solo tenéis que seguir leyendo… Pero mantendré la intriga hasta después de mostraros la portada y el argumento 🙂
Desde su publicación en inglés en 1979, Flores en el ático se convirtió en un fulminante best seller y fue adaptada al cine con gran éxito.
Corre el año 1957, y los Dollanganger parecen una familia perfecta que vive sin preocupaciones en su idílica casa de Gladstone, Pensilvania… hasta que la tragedia llama a su puerta. Ocurre el día en que Christopher, el patriarca de la familia, muere en un accidente. Su viuda, Corrine, debe hacer frente al peso de una gran deuda que no puede asumir. Su única opción: regresar a la mansión de sus acaudalados padres en busca de ayuda. Su madre, Olivia Foxworth, la acoge bajo la cruel condición de que los niños se escondan en el desván.
De esta forma empieza el tormento de los hermanos Dollanganger -Cathy, Chris y los gemelos Carrie y Cory-, víctimas inocentes de pasiones prohibidas y condenados a vivir aislados del mundo.